En vísperas del casamiento del príncipe William con Kate Middleton se espera la llegada de millares de periodistas y el palco preparado especialmente para ellos, todavía con la pintura fresca, se muestra radiante a la entrada de la abadía de Westminster, por donde el día 29 de abril pasarán el príncipe y su novia. Los hoteles ya registran una elevada ocupación ante los miles de visitantes que en su gran mayoría se conformarán con ver de lejos a la nueva pareja.

En el Mall, arteria real que lleva al Palacio de Buckingham, inmensas banderas británicas o Union Jack ya están instaladas. Bajo su sombra desfilará el carruaje con los jóvenes ya casados y para no irritar a millares de personas que se instalarán a lo largo del Mall, se instalaron parlantes que trasmitirán la ceremonia. Los principales edificios londinenses recibieron una limpieza especial y la “Horse Guard” luce impecables corazas lustradas para delicia de los turistas que posan a su lado para las fotos. Los vendedores de souvenirs están de parabienes. Cualquier cosa sirve para representar un recuerdo a ser comprado por los visitantes. Y para aquellos que se anticiparon en la llegada, los ensayos son un atractivo adicional. Las practicas se suceden y luego de la caballería y las trompetas reales, los “Foot Guards”, reconocibles por su gorro de piel de oso, también se preparan para el desfile ante el delirio del público. Una boda real, con turistas y visitantes por doquier, una buena conjunción.