Desde las mañanas brumosas del Parque Nacional The Burren hasta las largas tardes frente al Atlántico en la famosa Wild Atlantic Way, Irlanda premia a quienes deciden reducir el ritmo. Así lo señala la Oficina de Turismo de Irlanda, destacando actividades como visitar granjas familiares, compartir historias en pubs tradicionales, aprender de artesanos locales o explorar mercados de agricultores donde los sabores de temporada conectan directamente con el paisaje.
El turismo lento propone alejarse de itinerarios agitados para favorecer estancias más largas, en menos lugares, apoyando a las comunidades locales, respetando el entorno y generando un impacto positivo tanto en el viajero como en el destino. Es una forma de viajar que encaja de manera natural con el espíritu irlandés, profundamente enraizado en la hospitalidad, la vida en comunidad y el aprecio por los pequeños detalles.
Recorrer el Anillo de Kerry, la Ruta Costera de la Calzada o las regiones de Gaeltacht no solo permite descubrir paisajes espectaculares y calas escondidas, sino también alojarse en posadas boutique, B&B rurales o retiros ecológicos donde el visitante puede participar en actividades como el corte de turba, cenas de granja a la mesa o veladas con música tradicional y narración oral.
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Desde Turismo Irlanda destacan que “a medida que más viajeros buscan escapar de las presiones de la vida moderna y conectarse de manera más significativa con los lugares y las personas, experimentar Irlanda sin prisas ofrece no solo espacio para respirar, sino también espacio para pertenecer”.
Para los agentes de viajes, Irlanda representa una propuesta ideal para itinerarios a medida, combinando naturaleza, cultura, gastronomía y sostenibilidad, en un formato que responde a las nuevas motivaciones del viajero contemporáneo.
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