Las tasas turísticas son impuestas por los gobiernos para regular los flujos turísticos, mitigar el exceso de turismo y generar ingresos a partir de la llegada de viajeros. Normalmente integrados en las tarifas de los alojamientos o recaudados por las empresas vacacionales, estos impuestos repercuten indirectamente en los visitantes que pernoctan, contribuyendo a la financiación de infraestructuras locales y proyectos de desarrollo sostenible.
En el marco de esta tendencia, el Ayuntamiento de Roma estudiará una propuesta para regular los accesos a la visitada Fontana di Trevi, que obligará a los turistas a abonar una tasa de un euro, que podríamos considerar simbólica, destinada a proteger uno de los lugares más simbólicos de la ciudad.
La ciudad adoptaría un sistema de reservas. Quienes quieran acceder al monumento deberán solicitarlo previamente. Residentes y vecinos de Roma no abonarían nada. La medida evitaría también que los turistas permanezcan más tiempo en la zona más allá del tiempo permitido.
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Uno de los mayores incrementos en el importe de las tasas turísticas corresponde a Nueza Zelanda que triplicará el importe a partir del 1 de octubre. Denominado Impuesto Internacional para la Conservación y el Turismo, aplicado solo a turistas pasará a costar el equivalente a 56 euros. La tasa se encuentra vigente desde el 2019 con el propósito de cubrir los costos de protección ambiental en todo el país ya que el turismo internacional también implica una presión adicional sobre la infraestructura regional.
Con la implantación de una tarifa de entrada para los turistas, ciudades como Venecia, al igual que Ámsterdam y Valencia, por citar solo a algunas pretende gestionar el número de visitantes, mejorar la calidad de vida de los residentes, reducir la masificación y fomentar visitas más prolongadas.
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