Chalén realizó un análisis sobre lo que implica el lujo para los viajeros. Tomando en cuenta los gustos y preferencias de cada cliente, el experto asegura que para algunos puede estar ligado a viajes en yate por el ártico, mientras que para otros a hoteles con amplias opciones gastronómicas, elegancia en la decoración y un buen jacuzzi. También existen clientes que buscan lujo permanente y otros que solo lo hacen en ocasiones especiales.

Un informe de The Ostelea School of Tourism and Hospitality asegura que los principales criterios de selección están relacionados al grado de lujo del hospedaje-sofisticación (46.4%), transporte en clase ejecutiva o primera clase-comodidad (18.1%), y que las actividades realizadas sean exclusivas (17.3%).

Amadeus por su parte, a través del estudio “Future Traveller Tribes 2030”, asegura que el diferencial está en lo exclusivo, en aquello que no figura en los buscadores en línea, tales como: una cena de gala en el techo del museo Peggy Guggenheim en Venecia, una visita privada por los sótanos del Vaticano o una limosina que vaya a buscar al pasajero a la puerta del avión.

En cuanto a las procedencias de los turistas de lujo, destacan países como EE.UU., China, Reino Unido, Francia y Alemania. Esto está siendo aprovechado por la región latinoamericana que dispone de una oferta que incluye pingüinos en la Antártica, playas, estadías en hoteles boutique en islas del Caribe y propiedades de lujo con cocinas gourmet, cines, pistas de aterrizaje de helicópteros, yates y hasta centros ecuestres.

“Para atraer a los viajeros es necesario entenderlos como individuos, saber qué significa el lujo en cada momento, adaptarse a lo largo del viaje y obtener información desde el momento de la reserva y durante todo el ciclo del viaje, conectando a los diferentes actores para crear mayores comodidades, anticipándose a las expectativas que generen viajes exclusivos, gratificantes y satisfactorios”, concluyó Pablo Chalén.