Un año después, luego de pasar por experiencias inéditas en el país como el mencionado y obligado confinamiento domiciliario y el desplome de la economía con un terrible y devastador efecto sobre el sector turístico que vivió el peor año de su historia, la situación no ha cambiado mucho.

La imagen vigente en el sector nos presenta un aeropuerto con mínimas operaciones, hoteles y restaurantes, semivacíos o cerrados y agencias de viajes con mínimo personal y atención parcial. Hoy se habla nuevamente de la posibilidad de pasar a la fase 0 de aislamiento total, con disposiciones y restricciones anunciadas por el Gobierno que son cambiadas caprichosamente de la noche a la mañana, poniendo en evidencia la improvisación y la incapacidad de quienes las elaboran.

Paradójicamente, en vísperas de la Semana Santa, un momento esperado por el sector turístico como signo esperanzador de alivio por la posibilidad de concretar algunas ventas al exterior en ese periodo, rumores vinculados a la imposición de nuevas medidas -se habló de albergues y cuarentenas para quienes vuelvan del exterior-, afectaron nuevamente el frágil equilibrio actual del sector. La simple mención de esa posibilidad, desmentida posteriormente, bastó para generar numerosas cancelaciones de viajes programados en esas fechas conforme a lo mencionado por varias agencias de viajes.

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En lugar de pensar en medidas ya implementadas y que no han dado resultados positivos, se debería seguir solicitando, como medida de protección y a efectos de evitar la propagación del virus, pruebas o test negativos de COVID-19 como requisito de ingreso y no considerar la posibilidad de cuarentenas que más que detener el virus logrará acabar con la actividad turística. Ni hablar del aislamiento obligado y las restricciones de movilidad, de la suspensión de las clases presenciales (en un país con las limitaciones del nuestro no pueden ser reemplazadas por clases virtuales); o de las restricciones de horarios de circulación o de funcionamiento para locales comerciales, especialmente los del sector gastronómico.

Teóricamente con estas medidas se busca evitar la propagación del virus pero algunos malpensados opinan que las restricciones de circulación a partir de las 20:00 no tienen otro propósito que evitar las manifestaciones diarias contra el Gobierno. Como contraparte, las redes sociales muestran diariamente fotografías de fiestas y reuniones sociales, no permitidas. El sistema castiga a quienes buscan trabajar legalmente aplicando estrictas medidas sanitarias y se muestra permisivo con quienes las infringen.

La pandemia igualmente puso al descubierto toda la corrupción de nuestro sistema político y la voracidad criminal de sus núcleos de poder, además de una pésima capacidad de gestión evidenciada en la falta de vacunas, medicamentos e insumos. En estas circunstancias, recuperar niveles de actividad que permitan detener la agonía del sector turístico no será posible sin la vacuna. Un elemento con el que no contamos, cuyo ritmo de aplicación será lento y posiblemente estará plagado de irregularidades, pero que sin dudas, será la única tabla de salvación ante este mal con el que nos toca convivir.